En estos tiempos que corren y visto lo sucedido por la pandemia, nos damos cuenta que aquellos que viven alejados de las grandes ciudades viven en confinamiento de una forma más tranquila, más armoniosa y más sana por lo general.
No es lo mismo estar encerrados en un piso de 40 metros cuadrados, que en una casita con jardín o huerta. La sensación y la percepción de la libertad son muy distintas.
En nuestra filosofía de vida, siempre apostamos, siempre que sea posible, vivir fuera de las ciudades, más en contacto con la naturaleza, porque los beneficios son inmensos, sobre todo si tenemos hijos o nos planteamos tener una familia.
Cuando decimos de vivir en el campo o fuera de las ciudades, no lo decimos para aislarnos del mundo e irnos a vivir a la punta de una montaña. Existen pueblos y urbanizaciones a las afueras de las ciudades, que tienen sus servicios y medios de transporte públicos, que están a poco tiempo de distancia de las ciudades y además la compra o el alquiler suele ser más económico que alquilar o comprar en una gran ciudad.
Uno debe plantearse si prefiere vivir en un bosque de hormigón o en cambio quiere vivir más cerca de la naturaleza, cultivando plantas, flores, hortalizas y sin dejar la comodidad de ciertos hábitos que tenemos, como por ejemplo la conexión a internet. Vivir en el campo no es vivir como en la edad media. Puedes vivir en la naturaleza o cerca de ella, teniendo incluso más comodidades que en una ciudad y por menos precio.
Haz una reflexión, puedes hacer listas de pros y contras y con el tiempo necesario te enfocas para conseguir vivir donde desees, dentro de tus posibilidades.
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